En CRISMHOM (Cristianas y cristianos de Madrid homosexuales) no nos sorprendemos de las nuevas declaraciones del cardenal Müller criticando las reflexiones del Sínodo y afirmando que “se teme lo peor de lo que nos queda por venir”. Con profunda tristeza declaramos que sus consideraciones muestran el antitestimonio de la Iglesia de Cristo, que sí es comunión, participación y misión. El cardenal Müller es, desde hace mucho tiempo, uno de los cabecillas de la oposición a la línea que el papa Francisco ha querido imprimir a su pontificado.
Cabe pedir al cardenal que deje de mirar constantemente hacia atrás. Él es uno de los representantes de esa Iglesia que desde hace siglos tiene tortícolis. Esa Iglesia que condenó y se opuso a muchas conclusiones de la ciencia, y andando el tiempo quedó en ridículo. Esa Iglesia que condenó y se opuso a avances sociales y de la justicia, y con el tiempo ha sido abandonada en masa por sus fieles, que no encuentran en ella la luminosa verdad de Jesucristo.
Ahora ocurre lo mismo. Hace muchos años que la ciencia estableció que la homosexualidad es una variante más de la sexualidad humana. Ni aberrante ni antinatural. Hace décadas ya que las personas LGTBI+ se rebelaron contra una sociedad que los discriminaba y los humillaba. Y hace también años que los cristianos y cristianas LGTBI+ reclamamos nuestro lugar dentro de la Iglesia, como personas bautizadas. Como hijos, hijas e hijes queridísimos de Dios que somos.
En algo sí le tenemos que dar la razón al cardenal: efectivamente, como bien cita usted, “no podemos reconciliar a Cristo y al anticristo”. Más aún, debemos recordarle que no podemos predicar el Reino y practicar el “antirreino”. Esto sí sería dar poder al espíritu del anticristo, que habla a través de quienes promueven odio y discriminación.
Dios Abba no es un Dios anclado en las certezas del pasado, sino un Dios más y más grande que siempre nos sorprende y nos impulsa hacia delante con el soplo del Espíritu. Es un Dios que viene, y las personas que le seguimos aguardamos su venida caminando hacia el futuro. El cardenal Müller no es el único que ha estudiado teología. Hay muchos teólogos y teólogas, ordenados y laicos, que, con su reflexión, su oración y su discernimiento impulsan a la Iglesia hacia la plena aceptación de las personas LGTBI+.
¡Qué añoranza debió de sentir al recordar otros sínodos, cuando afirma que “En sínodos anteriores eran los obispos los que guiaban todo”! Esta vez no es así. La autoridad jerárquica, a ejemplo del Jesús de los Evangelios, ha recordado que está llamada a ser servidora. Por eso es un sínodo de comunión, participación y misión, y no un “sínodo trucado” como el cardenal afirma.
Por otro lado, Müller se aventura a hablar de la identidad de las personas LGTBI+ creyentes como una ideología. Con firmeza y autoridad evangélica rechazamos y denunciamos este tipo de discursos de odio y discriminación. Las personas LGTBI+ no somos una ideología, una teoría o reflexión filosófica. Somos personas humanas creadas a imagen y semejanza del Dios Amor. Y sí, tenemos que decirle que la Iglesia sinodal tiene la responsabilidad de estar abierta a devolver la dignidad de bautizados y bautizadas a esas personas.
Habrá que decir, por tanto, que todo aquel que dice amar a Dios y no ama a su hermano o hermana es un mentiroso. En esto consiste la radicalidad evangélica: en que nos amemos unas a otras.
Oramos por la conversión de los corazones y por una Iglesia plenamente inclusiva, formada por personas de toda condición, en la que contemos con jerarcas valientes que vivan el verdadero Evangelio del Amor. No deseamos expulsar a nadie de esta Iglesia, pero tampoco permaneceremos callados ante las exclusiones e injusticas.
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